Cuando mi mente empieza a recordar todos los momentos vividos hasta ahora puedo estar horas y horas trayendo a la memoria hechos, experiencias, historias que nunca voy a olvidar; pero lo que siempre me pasa es que cuando recuerdo momentos muy difíciles y pruebas que tuve que atravesar, la conclusión es que esos fueron los momentos en los que más crecí.

¿De qué manera ocurrió eso? ¿De qué manera aprendí o maduré?

Fue a través del consejo de alguien que sabía más que yo, a través de la lectura bíblica, escuchando la voz de Dios, llorando y luego resurgiendo pero con más fortaleza, sintiéndome débil pero con el tiempo, al sacar conclusiones de lo vivido, ver yo misma cuantas cosas nuevas había experimentado para bien.

Y así es nuestra vida, salpicada de cosas bellas y otras no tanto.

En estos momentos es cuando crece nuestra fe y Dios nos pone a prueba, y en realidad es Dios mismo el que permite estos movimientos sísmicos en nuestra vida. En los momentos en los que yo más crecí fue en los tiempos de angustia.

Durante toda mi vida y ahora mismo, por estar atravesando un problema familiar muy angustioso, yo siento que Dios alegra mi corazón y mi vida con un montón de otras cosas y experiencias que me pasan

Caminé un kilómetro con el placer, él me habló a lo largo del camino
pero no me hizo más sabio con todo lo que tenía para decir.

Caminé un kilómetro con la tristeza y no me dirigió la palabra.

Pero, ah… las cosas que aprendí de la tristeza, cuando la tristeza caminó conmigo.

¿No es así? Cuando tenemos tristezas y pruebas somos ensanchados. El plan de Dios para mi crecimiento espiritual incluye las tormentas.

Encontramos en la Biblia, en el Salmo 4:1: “Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío, dame alivio cuando esté angustiado, apiádate de mí y escucha mi oración”.

Cuando Jesús subió a la cumbre del monte a orar, veía desde arriba a sus discípulos entrando al bote y adentrándose en el mar. Él desde arriba los observaba y oraba por ellos, Él nunca les quito la vista de encima. De pronto se levantó una tormenta feroz. Dios los estaba observando como luchaban contra las olas, entonces Él mismo se acercó, caminando sobre las olas y aquietando el espíritu de los discípulos.

Estamos en la lista de oración de Jesús. Él nos observa desde la cima de una montaña. Nada se le escapa. Su actitud es orar por mí y correr a mi encuentro cuando Él ve que no puedo sola.

En este momento estoy atravesando una tormenta, pero en este día decido dejar que Dios me observe, ore por mí y Él mismo calme la tormenta, para que luego yo pueda ver su gloria indescriptible, su amor eterno e incondicional, su interés en ayudarme, y su enorme fidelidad.

¡Gracias Dios mío, te amo con todo mi corazón!

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