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SUS ORÍGENES EN INGLATERRA Y ESTADOS UNIDOS

 

Cuando Martín Lutero se paró frente a sus acusadores, en 1521, él dijo algo que cambiaría la trayectoria de la iglesia cristiana para las generaciones futuras.

Por lo cual, si no se me convence con testimonios bíblicos, o con razones evidentes, y si no se me persuade con los mismos textos que yo he citado, y si no sujetan mi conciencia a la Palabra de Dios, yo no puedo ni quiero retractar nada, por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia. Heme aquí; no me es posible hacerlo de otro modo. ¡Que Dios me ayude! ¡Amén!.[1]

El Retorno de las Escrituras a la Iglesia

La Reforma Protestante, en la cual Martín Lutero formó parte, fue el intento de reformar las prácticas de la Iglesia Católica, que tenían poco o ningún fundamento bíblico. Los reformistas creían que la iglesia cristiana había tomado el camino equivocado y descuidado las verdades presentadas en la Biblia.

Los Bautistas del Séptimo Día, por casi 400 años, se encuentran entre aquellos que creen que el bautismo posterior a la profesión de fe, el sacerdocio de todos los creyentes y el séptimo día de la semana como día de descanso son verdades olvidadas en gran medida por la iglesia cristiana. Sobre estas cuestiones, ellos tomaron una posición, porque su conciencia estaba “cautiva a la Palabra de Dios”.

Los Reformadores Protestantes

Los reformadores del comienzo del siglo XVI discordaban acerca de cuáles serían los cambios necesarios en la Iglesia. Lutero en su lucha personal descubrió el principio bíblico de la justificación por la fe y protestó contra la pretensión de la Iglesia Católica Romana de conceder la salvación a cualquier persona mediante pagamento de indulgencias. Juan Calvino hizo hincapié en la soberanía absoluta de Dios sobre la vida de los hombres, incluso la predestinación y la salvación de los elegidos. Los anabaptistas rechazaron el concepto de iglesia nacional, segundo el cual la persona se tornaba cristiano por haber nacido en una determinada región bajo el control de una Iglesia. Los anabaptistas intentaron seguir las instrucciones del Nuevo Testamento: “Crea y sea bautizado”.

Andreas Fischer, un anabaptista que vivió en Europa Central, en la misma época de Lutero y Calvino, dijo que el tiempo específico de la apostasía comenzaría cuando la iglesia abandonase el mandamiento de descansar en el sábado y lo substituyese por el domingo.[2]

Los reformadores ingleses de la época del rey Enrique VIII separaron políticamente la Iglesia de Inglaterra (Anglicana) de la Iglesia Católica Romana, pero conservaron la mayor parte de su teología y administración. Sin embargo, esta reforma difícilmente habría acontecido si no fuera el trabajo anterior de hombres como John Wycliffe, que tradujo la Biblia al idioma del pueblo. Munidos con la Palabra de Dios, las personas estaban prontas para el cambio.

Los puritanos querían “purificar” la iglesia y remplazar en sus cultos y prácticas el “Libro de Oración Común” por las Escrituras. Los separatistas estaban convictos de que la única manera de restaurar los padrones del Nuevo Testamento en la iglesia era separarse de la iglesia nacional. Entre estos separatistas estaban los bautistas y los congregacionalistas, que veían a la Iglesia como una comunión de los creyentes.

El Origen de los Bautistas

Los bautistas se remontan a John Smyth y Thomas Helwys. En 1609, John Smyth escribió que los niños no debían ser bautizados por dos razones bíblicas: en primer lugar, no hay ningún ejemplo en el Nuevo Testamento de que los niños fueron bautizados por Jesús o por sus discípulos; y en segundo lugar Jesús mandó a sus discípulos a enseñar y después bautizar. Thomas Helwys, fundador de la primera Iglesia Bautista en Inglaterra en 1611, aceptó las ideas de Smyth y las amplió, incluyendo el mandamiento de Jesús de dar testimonio de su fe.

Los bautistas ingleses del siglo XVII dependieron de los reformadores del siglo anterior para preparar el suelo y así otras reformas más profundas se producirían.

Sin embargo, los bautistas se rehusaron a identificarse con cualquier otro grupo, como los anabaptistas, con quien compartieron muchas creencias. Al separarse de la Iglesia de Inglaterra, por su dependencia de la tradición y su régimen autoritario, los bautistas sustentaron los fundamentos de sus convicciones sobre la libre investigación de la Biblia, independientemente de la “sucesión apostólica”. Por lo tanto, los Bautistas del Séptimo Día no intentaron trazar una línea de observancia del sábado hasta llegar a la iglesia del Nuevo Testamento. Las Escrituras nos dan la razón suficiente para esta práctica.

En 1620, el pastor John Robinson (que pertenecía a un grupo de inmigrantes puritanos ingleses) permaneció en Holanda, mientras que muchos miembros de su congregación se embarcaron para las colonias de América, a bordo del navío Mayflower. En su predicación de despedida rindió honores a los reformistas, pero les recordó a sus feligreses que estaba “convencido de que el Señor todavía mostrará más verdad y luz de su Santa Palabra… porque no es posible que el mundo cristiano, salido hace poco de tan densas tinieblas anticristianas, pueda llegar en seguida a un conocimiento perfecto en todas las cosas”.

Restauración de la Observancia del Sábado en Inglaterra

Los Bautistas del Séptimo Día creían que el sábado era una de las verdades que aún no se había restaurado, y el conocimiento completo de la santa Palabra de Dios debería incluir el día de reposo sabático.

William H. Brackney comenzó su libro titulado The Baptists (Los Bautistas), con un resumen de la historia de los bautistas en Inglaterra. Después de describir los primeros bautistas Particulares (calvinistas) y Generales (Arminianos), señaló que los Bautistas del Séptimo Día fueron parte del movimiento separatista. Según el historiador:

La tercera corriente de convicción Bautista también exige atención. Numéricamente pequeños, más duramente perseguidos, y no menos firmes en su fe, fueron los Bautistas del Séptimo Día. En la búsqueda de los fundamentos bíblicos de la época en que las Escrituras estaban siendo constantemente escrutadas como una norma de la doctrina y la práctica de la iglesia libre, no sorprendió el hecho de que una persona o una iglesia llegase a la conclusión de que la observancia del sábado era un requisito inevitable del cristianismo bíblico.[3]

A pesar de no ser un Bautista del Séptimo Día, uno de los escritores más influyentes sobre la observancia bíblica del sábado fue Theophilus Brabourne, un sacerdote de la Iglesia de Inglaterra. En 1628, publicó un importante libro sobre el sábado, titulado A discourse upon the Sabbath day (Un discurso sobre el día Sábado). En el hizo un llamamiento a los líderes de la iglesia para volver al día de descanso de acuerdo con la Biblia. A pesar de estar convencido sobre el sábado, Brabourne no tuvo éxito en convencer a los líderes de la Iglesia de Inglaterra y allí permaneció, a pesar de haber pasado un período en la cárcel.

Orígenes en la Inglaterra del Siglo XVII

Los puritanos, bajo el mando de Oliver Cromwell, establecieron el Estado democrático después de la Guerra Civil inglesa y la ejecución de Carlos I, en 1649. Los cambios políticos y religiosos favorecieron el desarrollo de las doctrinas bautistas. Una década de relativa paz se produjo después de años de gobierno autoritario por la corona Inglesa y la Iglesia del Estado. Ahora, las personas podían seguir las Escrituras en su culto público y privado. Los Bautistas del Séptimo Día tienen su origen en este periodo como denominación separada.

La década de la libertad (1650-1660)

Uno de los primeros escritos en apoyo del regreso al sábado bíblico fue hecho por un bautista: James Ockford. Él escribió un libro en 1650, titulado The doctrine of the fourth commandment, deformed by popery, reformed and restored to its primitive purity (La doctrina del cuarto mandamiento, deformada por el papado, reformado y restaurado a su pureza original). El Parlamento Inglés prohibió el libro y ordenó que sus copias fueran quemadas. Pero todavía siguió atrayendo a otras personas que buscaban restaurar el sábado bíblico en la iglesia.

Henry Jessey fue uno de los que aceptaron el descanso sabático. Él era el pastor de una Iglesia Congregacional Libre, conocida como “Iglesia de Jacob, Lathrop y Jessey”. El continuó su pastorado, pero temeroso de alguna persecución se reunía en secreto en el sábado para el culto de adoración. Sus biógrafos escribieron que el “mantuvo su opinión [sobre el sábado] para sí mismo, y observaba el día en sus aposentos, con otros cuatro o cinco [hermanos], pero el primer día [de la semana] predicaba como de costumbre”.

El primer pastor mencionado, cuya congregación guardó el sábado en esta década, fue William Saller. Él sirvió a la Iglesia de Londres, que más tarde sería conocida como Iglesia Bautista del Séptimo Día de Mill Yard. La iglesia de Mill Yard, que ahora está en el distrito de Tottenham, en Londres, es la más antigua Iglesia Bautista del Séptimo Día que existe.

El Dr. Peter Chamberlen, médico personal de Carlos I y Carlos II, pertenecía a esta antigua congregación. En 1683, su lápida decía que el mantuvo el sábado “por más de 32 años”, demostrando la aceptación de esta práctica ya en 1651. Los registros muestran que en 1657 existieron tres congregaciones de cristianos que guardaron el sábado en Inglaterra: dos en Londres y una en Colchester.

La observancia del sábado en tiempos de persecución

En 1660, cuando la monarquía fue restaurada, hubo restricciones a la libertad religiosa. La Declaración de Breda, que puso el rey Carlos II en el trono de Inglaterra, impuso algunas restricciones a los poderes reales. Había una cláusula prometiendo la libertad “en los asuntos religiosos”, pero que no interviniera en la paz general del reino. Pronto quedó claro cómo esta interferencia en la paz podría ser interpretada de manera muy amplia por el Parlamento.

El Pastor John Belcher y varios otros miembros de la Congregación Bautista del Séptimo Día en Bell Lane, Londres, fueron encarcelados por sus convicciones religiosas inconformistas y por ser sospechosos de alianza política con el movimiento de la Quinta Monarquía.

En un sábado de 1661, el Sr. John James estaba predicando un sermón en Bull Stake Alley, Londres, y fue sacado de su púlpito por acusaciones similares. Él fue arrastrado a la fuerza para fuera de la iglesia. Después de su juicio, fue condenado y sentenciado a la horca, y después fue estirado y cortado en cuatro partes. Cuando estaba a punto de ser ejecutado, declaró su fe bíblica, incluso la obediencia a los Diez Mandamientos. Sus últimas palabras incluyeron la siguiente declaración: “Yo realmente creo que el santo sábado del Señor, el séptimo día de la semana, es el día de reposo del Señor”.

Francis Bampfield, un graduado de Oxford, fue excluido de la Iglesia de Inglaterra en 1662, por no ajustarse a la norma del Libro de Oración Común. Fue encarcelado y allí organizó una iglesia para los presos y visitantes. Alrededor de 1665, sus estudios de las Escrituras y las preguntas que se enviaron sobre el sábado lo convencieron de su validez. En un primer momento se  mantuvo oculto, pero después de ganar algunos conversos proclamó abiertamente y dirigió cultos en el séptimo día. Después de su liberación, en 1676 comenzó la Iglesia Bautista del Séptimo Día de Pinner’s Hall, Londres. Algún tiempo después, Bampfield fue arrestado por predicar en un sábado. Los rigores de la vida en la cárcel agotaron su fuerza física, pero no su capacidad intelectual y religiosa. Su último trabajo, publicado en el año de su muerte en la cárcel, en 1684, fue apropiadamente llamado The Scripture (La Escritura).

La Iglesia de Pinner’s Hall estaba estrechamente ligada a la familia Stennett, de la cual salieron cuatro generaciones de ministros y destacados escritores de himnos entre los Bautistas del Séptimo Día y los otros Bautistas.

Edward Stennett, bautista residente en Abingdon, aceptó la observancia del sábado y escribió un libro en 1658, titulado The royal law contended for (Una reivindicación de la ley real). Trató de probar por medio de las Escrituras que los Diez Mandamientos aún estaban en vigor. Stennett fue una voz de gran importancia entre los Bautistas del Séptimo Día en Inglaterra, por más de 30 años. Mantuvo correspondencia regularmente con los Sabatistas de Rhode Island, EE.UU.

El hijo de Edward, Joseph Stennet, fue ordenado en 1690 pastor de la Iglesia de Pinner’s Hall, donde se desempeñó hasta el final de su vida. Joseph es recordado por su talento como escritor, no sólo entre los Bautistas del Séptimo Día, sino también en toda la comunidad religiosa. Él compuso muchos himnos acerca de la Cena del Señor, el bautismo y el sábado. Su canción más conocida sobre el día de sábado es Another six days work is done (Acábense otros seis días de trabajo).

A medida que la Iglesia de Inglaterra llegó a destacarse por su apoyo al gobierno, las minorías comenzaron a sentir la dificultad de mantener su existencia. Algunas fuentes relacionan una lista de más de 30 Iglesias Bautistas del Séptimo Día durante sus casi tres siglos y medio de existencia en Inglaterra. Muchas de ellas eran pequeñas reuniones de personas para las cuales las Escrituras resultaron ser convincentes sobre la cuestión de la observancia del sábado bíblico.

El número de iglesias genuinas, probablemente no más de 16: tres en Londres, y otras dispersas en el Mar del Norte hasta el Canal de la Mancha. Sólo dos iglesias continuaron hasta la última década del siglo XX: la Iglesia de Mill Yard, Londres, y la última Iglesia de Birmingham. Los miembros de ambas se remontan a la Convención de la Iglesia Bautista del Séptimo Día de Jamaica.

En 1689, Francis Bampfield y Edward Stennett propusieron una reunión general para todos los Bautistas del Séptimo Día, entre ellos representantes de Estados Unidos. Sin embargo, estas reuniones nunca ocurrieron en Inglaterra, pero en los EE.UU. Esta relación se convirtió en asociaciones muy importantes.



[1] HEIMANN, Leopoldo (ed.). O discurso de Lutero na Assembleia de Worms. In: Pelo evangelho de Cristo. Porto Alegre: Concórdia, 1984, p. 148,149.

[2] LIECHTY, David. Andreas Fischer and the sabbatarian Anabaptists. In: Studies in Anabaptist History 29, ed. Cornelius J. Dyck. Scottdale, Pa: Herald Press, 1988, p. 25-26.

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